miércoles, 4 de septiembre de 2019

Tomar el cielo por asalto





Ramón Moreno Rodríguez


Este viernes 30 de agosto se presentó en el Teatro Hidalgo de la ciudad de Colima el montaje de la obra Saltar sin red, representada por la Compañía de Teatro de la Universidad de Colima. Dicha comedia nos presenta un grupo de jóvenes estudiantes que desean salir de la monotonía, el aburrimiento, la mediocridad, la insatisfacción, las dudas vocacionales, la identidad sexual obligadamente asumida, etc.




La escenificación nos muestra un certero retrato de los jóvenes de hoy día, no con complacencia, sino de manera crítica, en algunos momentos irónica y sin duda comprensiva. No hay duda de que el mérito principal de esta obra radica en la empatía con los jóvenes que el autor –Fernando J. López– tiene y que logra transmitir a los espectadores. En efecto, el público, en la mayoría jóvenes, se veía identificado con los problemas de los estudiantes que la obra muestra y se reían de las peripecias porque toda tragedia vista con distancia puede incitar a reír. Pero entendámonos, los pleitos nunca hacen llegar la sangre al río, como se dice. Además, la manera en cómo se desenlazan, por el contrario, tiende al optimismo. No hay duda de que el guion ha tomado una sana distancia con el tema que trata y eso le permite al espectador reírse con las ínfulas de grandeza de un director de cine en ciernes (Álvaro), de las pretensiones de una chica que dice tener cientos de amigos pero que a ninguno conoce porque los contactó a través de Face Book (Tane) o de la organizadora de un especie de club que reconoce con ingenuidad que es buena burócrata (Cristina) o de la jovencita que teme más decir no a los padres que reprobar un examen (Clau).

Los acontecimientos se desarrollan en una casona vacía que la iniciativa de la principal protagonista ha logrado conseguir para fundar ahí una especie de centro cultural. Pareciera que nadie asistirá a la sesión inaugural, que no tiene otro objetivo que tratar de aterrizar ideas para hacer la dicha fundación, pero, sobre todo, para limpiar el desmedrado local. Pasan los minutos angustiantes en que Cristina (Citlally Vergara) charla, por no decir discute, con su gran amiga Andrea (Izamar Ojeda) sobre el futuro que le espera a la asociación cultural que están fundando. Y no es para menos: el local vacío, todo por hacer y una gran insatisfacción personal son el caldo de cultivo ideal para el conflicto y en efecto éste se presenta. A lo largo de la sesión sólo cuatro jóvenes más asisten a la convocatoria y una vez enfrascados en las perspectivas de lo que cada uno desea fuese su noble institución, terminan por discutir airadamente. Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia. Estos son los seis protagonistas que dan vida a esta enjundiosa comedia.

Pasa el tiempo y el proyecto, a pesar de los tropiezos, logra anotarse algunos éxitos. Montan una exposición, organizan un concierto, convocan a una conferencia, en fin, uno de ellos logra realizar su más caro proyecto: dirigir un film. No obstante, el coste es muy alto; con intrigas, traiciones, delaciones, debilidades y hasta desmayos, pagan tan grande atrevimiento de querer tomar el cielo por asalto. No hay duda que fundar una institución cultural en un medio interdicto y conformista (y no nos referimos a nuestro contexto de pequeñas ciudades de provincia, pues esta obra se ha representado en las grandes capitales, como Madrid) no es cosa fácil y nuestros personajes poco a poco se van desgastando. Sin darse cuenta del todo, porque es un proceso para ellos mismos inaceptable, muestran sus temores e inseguridades. Como Ícaro, se han lanzado al vacío en busca de la libertad infinita que otorga el vuelo, pero como a éste le sucede, a ellos también les pasará: la cera que sustenta las alas que les dan impulso, se deslíe e irremediablemente se precipitan al vacío. Allá, abajo, no hay una red que los proteja de tan peligroso y temerario salto que han dado.
En efecto, en el recorrido de ese proyecto compartido muestran sus carencias, pero algunos también sus altas miras, su generosa condición. Así que la amargura del fracaso queda mediatizada porque los más han aprendido de aquel vuelo temerario. La obra concluye de la misma manera en cómo empezó: el espacio vacío, los muebles apilados, el local de la fallida iniciativa a la espera. ¿A la espera de qué? En apariencia no hay respuesta en esta obra para lo que sigue, porque la vida es así: de hechos inconclusos y proyectos inacabados; no obstante, no hay espacio para el pesimismo.

Los amigos se despiden con la certeza del fracaso y de lo que han podido crecer gracias a esa locura compartida de fundar una utopía. El talento los ayudó a emprender el vuelo, ahora, les permite descender a la cañada donde no hay una red protectora, pero eso no importa porque aquellos golpes que han recibido han sido una gran lección de vida.

Para concluir el presente repaso por esta obra teatral diremos que la dirección de Gerardo González nos permite ser optimistas con los éxitos que le espera a este montaje pues participa en la Muestra Estatal de Teatro con perspectivas de ser elegida como una de las dos obras que representarán a nuestro estado en la Muestra Nacional de Teatro que en esta ocasión se desarrollará tan importante evento en la misma ciudad de Colima. Le deseamos mucho éxito al montaje de la Compañía de Teatro de la Universidad de Colima con su escenificación de Saltar sin red. Y todo mundo al teatro, a apoyar a nuestros talentosos actores.


[1] Saltar sin red. Producción: Universidad de Colima. De Fernando J. López. Dirección: Gerardo González Ramírez. Con: Janeth Novoa (Tane), Citlally Vergara (Cristina), Izamar Ojeda (Andrea), Paco Novoa (Álvaro), Alexa Álvarez (Clau) y Elizabeth Sujey (Bárbara). Duración: 70 minutos.

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