martes, 20 de noviembre de 2018

150 años del seminario zapotlense





Fernando G. Castolo* 


Dedicado a Mons. D. Braulio Rafael León Villegas, Obispo Emérito de la Diócesis de Ciudad Guzmán, así como a Mons. D. Óscar Armando Campos Contreras, Obispo Titular de la Diócesis de Ciudad Guzmán, columnas que sustentan nuestro Seminario.

¡Seminario bendito: todo cante
Tu grandeza y tu nombre con anhelo;
Un himno gigantesco se levante,
Resonando en las bóvedas del cielo![1]




El 19 de noviembre de 1868 tuvo lugar la magna ceremonia inaugural del Seminario de Zapotlán, bajo el patrocinio de San José, en una finca ubicada sobre la calle de San Pedro, propiedad del Sr. Canónigo Francisco Figueroa (natural de Querétaro), acontecimiento que ha quedado marcado como uno de los más apoteóticos en la historia regional, dado que hablamos del establecimiento del primer centro de altos estudios que, a la postre, se convirtió en un importante semillero de sacerdotes, artistas e intelectuales.

Este centro de estudios, nos comenta Esteban Cibrián, estaba dotado de la secundaria, el bachillerato (que incluía la Filosofía) y, por supuesto, de la Teología, y desde que abrió sus puertas se distinguió por la calidad y la calidez de la plantilla docente que se integró y que estaba conformada por personajes de gran sapiencia y entrega, destacando su primer rector el Sr. Cura Antonio Urzúa (natural de Zapotlán). Para 1874 se abre la escuela primaria “Nuestra Señora de Guadalupe”, conocida como anexa al Seminario.

Entre las primeras gestiones, a la par de realizar los trámites necesarios ante el gobierno eclesiástico para la instalación y funcionamiento del Seminario (que se hacen en poco tiempo), destaca la importante aportación del entonces Presidente Benito Juárez quien, a solicitud del Sr. Urzúa, obsequia, al recién inaugurado establecimiento, varios instrumentos musicales a fin de integrar al programa los cursos de formación musical para los educandos.

A este centro de estudios se inscriben, entre otros, los hijos de la abnegada poetisa Refugio Barragán de Toscano, Salvador y Ricardo Toscano, el primero considerado el introductor del cinematógrafo a México; también el poeta y escritor José Gómez Ugarte que, por muchos años, fue director del rotativo El Universal; el compositor José Rolón, que introdujo elementos importantes de identidad en la música mexicana; el diplomático y escritor Guillermo Jiménez, de sensible capacidad creativa; los santos mártires Tranquilino Ubiarco y Rodrigo Aguilar Alemán, este último inspirado poeta; los científicos José María Arreola y Severo Díaz, grandes inteligencias de Jalisco; así como abnegados y místicos sacerdotes como Manuel de Jesús Munguía y Vázquez; por mencionar solamente algunos de los cientos de jóvenes que tuvieron y han tenido la oportunidad de prepararse dentro de sus aulas.

Por cierto, Guillermo Jiménez en su primer formal libro revela:

La riente campana del Seminario anunciaba la salida de clase. Después de rezar todos los estudiantes abandonábamos el aula ávidos de libertad y de sol; se oían risas jocundas, gritos jubilosos y, en medio de tanta algarabía, vibraba la voz grave del Rector (Sr. Pbro. Ignacio Chávez Gutiérrez), que imponía silencio.
Éramos muchachos de trece a catorce años de edad y parecíamos una parvada de pájaros que, agitando sus ligeras alas en la opulencia de un cielo azul, en una diáfana mañana de primavera, emprenden el vuelo al país del Ensueño…[2]

Entre el profesorado que se encargó de orientar y dar luces de humanidades y ciencias a las muchas generaciones destacan nombres como Atenógenes Silva, Cura de Zapotlán, Obispo de Colima y Arzobispo de Morelia; Antonio Ochoa Mendoza, Cura de Zapotlán, sensible poeta y quien es considerado el refundador del Seminario; Ignacio Chávez Gutiérrez, personaje que brilló por su profundo sentido humanista; y, por supuesto, nuestro ya citado sabio zapotlense José María Arreola.

La primera época de este Seminario de Zapotlán se puede decir que fue fecunda y de grandes logros, mostrándose los importantes avances que, en materia escolar, desempeñaba esta institución, en especial por haberse instalado en la misma el primer observatorio meteorológico de la América Latina, a iniciativa del sabio Arreola. Sin embargo, este acontecimiento que elevó en demasía el férreo prestigio de la institución zapotlense fue la gota que derramó el vaso, como se suele decir, puesto que ello trajo consigo la envidia del Seminario de Guadalajara y, como consecuencia, la orden de reducir nuestro Seminario a calidad de “menor” (hacia 1903), despareciendo con ello toda una época de esplendor e iniciando una época de decadencia; aun así, los entusiasmos no se agotaron, no perdonando abnegación ni sacrificio para hacer de los alumnos “grandes en inteligencia, nobles y generosos en sus pensamientos y verdaderos amantes de la ciencia”.

Sobre este episodio en particular, dejó asentado Severo Díaz:

Pero llegó el incidente de Zapotlán en que este Seminario se puso a la cabeza de sus congéneres con motivo del Congreso de Meteorología y aprovechando la oportunidad de que había nuevo Arzobispo casi extraño a la vida íntima de los Seminarios, pudieron de tal manera falsear los hechos que dicho Prelado mandó que se acabara el Seminario de Zapotlán quitándole las cátedras de Teología y reduciéndolo a la categoría de Seminario Menor, algo así como una escuelita de gramática […][3]

La introducción de la Biblioteca y de la Imprenta en el establecimiento seminarista constituyeron un importante avance hacia el año de 1882, de los cuales fueron despojados en la primera relevante adversidad que enfrentó este centro de estudios, hacia el año de 1915, como antesala de lo que se avecinaba: la guerra cristera de los años 1926-1929.

Por cierto, debido a las persecuciones que acosaron a los miembros de la Iglesia, no fue posible celebrar las Bodas de Oro del Seminario en 1918 y, entonces, se llevaron a cabo hasta abril de 1920, en que, regresando de su exilio, arribó a la ciudad el Arzobispo Francisco Orozco y Jiménez, aprovechándose su estancia para llevar a cabo la Consagración del Templo Parroquial (hoy Santa Iglesia Catedral), en el marco conmemorativo a los primeros cincuenta año de San José como Patrono de la Iglesia Universal. En esta celebración fue presentada una hermosa composición literaria de San Rodrigo Aguilar Alemán, intitulada “La vuelta al nido”, en franca alusión a los ex alumnos que se unen a la solemne fiesta de aniversario:

[…]
Ya volvieron los cóndores,
los alumnos del glorioso, del antiguo Seminario:
traen la frente coronada con los nimbos del martirio,
pero traen otra corona de mil triunfos que son lauros;
traen radiantes esperanzas que son urnas de promesas,
cicatrices que son gloria, ilusiones que son cantos;
traen amores que son vida
y energías que son milagro.
Han venido a nuestras fiestas jubilares
a decir a los de ahora que las glorias del pasado,
son la herencia luminosa que en sus épicas jornadas
como timbre de nobleza para ellos conquistaron.
Rica herencia de diez lustros de combates y de arrojos,
de virtudes y de ejemplos que ahora entregan en sus manos;
y que guardan siempre limpio de sus padres el renombre,
aunque vivan sus miradas a la Cruz de los Dolores
sobre el risco del Calvario,
dan la muerte al Nazareno y aún pregonan su exterminio
cuando sellan su sepulcro y amontonan sus soldados:
pero Cristo resucita, y la luz rasga la sombra…
¡La verdad y la justicia siempre estallan como génesis de astros!
Volveréis a la grandeza legendaria de otros días,
aunque fuese desde luego necesario
ir pidiendo de rodillas el prodigio
que pidieron las hermanas del castillo de Magdalo.
[…][4]

Para 1943, después de superarse los estragos lamentables de la cristiada, el Seminario de Zapotlán luce revitalizado con motivo de los actos conmemorativos a sus Bodas de Diamante; entonces el clero local se da a la tarea de organizar un Congreso Josefino (no confundir con el Congreso Eucarístico Interparroquial que se llevó a cabo en 1939, con gran éxito por cierto). El acontecimiento que revistió esta celebración fue magnánimo, lográndose reunir a un buen número de ex alumnos quienes participaron con gran emotividad, ocasión en la que el entonces Cura de Zapotlán, ex alumno y catedrático del Seminario Antonio Ochoa Mendoza, realiza un hermoso himno que fue entonado en la gran velada de celebración:

Venid, venid, ante el Patrono Amante,
hijos del Seminario, con piedad;
en las solemnes Bodas de Diamante
el himno eterno de amor cantad…

ESTROFAS

Nació este Seminario en el regazo
de Sr. San José, su Protector;
une a los dos, indisoluble lazo
de favores, de súplicas, de amor.

Creció bajo su manto bondadoso
que cobija a la Iglesia Universal;
por eso agradecido, jubiloso,
viene a entonarle el canto celestial.

Los hijos del antiguo Seminario
y los hijos del Pueblo de José,
celebran esta fausto aniversario,
epopeya de amores y de fe.

El ilustre y magnífico Congreso
foco esplendente de piedad y luz
y gigante carrera de progreso
hacia Dios, hacia el cielo, hacia la Cruz.

“Vivan” el promotor de estos festejos
y el Excelso Patrono; repetid:
los alumnos actuales y los viejos,
y también Zapotlán, “Vivan”, decid.[5]

En esa ocasión, los entusiastas ex alumnos, en feliz coincidencia con los seminaristas y con la venia del clero en general, intentaron rescatar el establecimiento de las antiguas instalaciones del Seminario (lo dijimos, sobre la calle San Pedro, en esa época llamada “República” y ahora “Primero de Mayo”), finca que había sido intervenida por los revolucionarios y que había pasado a ser propiedad de la federación. Enterado de ello el jefe de la Oficina Subalterna Federal de Hacienda Ángel Bustillos, apresura el remate de la finca que pasa a ser propiedad del hacendado Santiago Gutiérrez, quien la adquiere en precio risorio y la pretende vender a los interesados ex alumnos en una cantidad estratosférica, según lo comenta Esteban Cibrián. Encabezaba esta incitativa el destacado poeta Federico Vergara Mendoza. Santiago Gutiérrez falleció al poco tiempo, la edificación se arruinó completamente y fue vendida en secciones a varios particulares.

Siendo ya insuficiente el local de Reforma número 163, lugar en donde estuvo el Seminario muchos años, se pensó en adquirir un terreno y construir, en base a un proyecto, un nuevo edificio que cumpliera con los rasgos arquitectónicos de belleza y utilidad para las necesidades del estudiantado. El terreno fue donado por Albino Mendoza, en la parte sur de la mancha urbana, y la primera piedra del futuro inmueble fue depositada el 18 de mayo de 1961 por el Cardenal José Garibi Rivera, ante la presencia de sacerdotes y laicos de la ciudad. Por desgracia, parte de este inmueble cae en el sismo de enero de 1973 (nos referimos a la actual sede del Seminario sobre la calle Félix Torres Milanés), convirtiéndose en una prioridad su reconstrucción por parte de los Obispos de la naciente Diócesis guzmanopolitana: Leobardo Viera Contreras de 1972 a 1977 y Serafín Vázquez Elizalde de 1978 a 1999.

            Para los actos del Centenario del Seminario (en 1968), nuevamente una atenta y concurrida convocatoria se da cita para ser copartícipes de esta conmemoración. Las solemnidades josefinas se revisten con la temática del importante acontecimiento. Estamos en la antesala de que la Parroquia de Ciudad Guzmán sea elevada a la categoría de Catedral, como cabecera de la Diócesis del mismo nombre. Aurelio L. Rodríguez en el mes de octubre inicia una serie de publicaciones sobre la historia del Seminario, que se insertan en un pequeño boletín que fue editado ex profeso. Por su parte, Esteban Cibrián, saca a la luz pública su título Cien años del Seminario de Zapotlán (1973), realizando elocuentes crónicas sobre las particularidades que envuelven a la centenaria institución.
            
Otro importante poeta zapotlense, ex alumno de este Seminario y sacerdote J. Félix Limón, escribió para la ocasión:

Hace ya setenta años…; ¡quién creyera!
Yo era entonces un pobre rapazuelo,
que por huir del mundo estrafalario,
iba con santo empeño al Seminario…
¡Faro bendito que conduce al cielo…!

¡Al Seminario!, al Seminario aquel
donde pasé tan venturosos días…
Ahí, do se elevaba majestuosa,
una esplendente palma silenciosa…
¡Mudo testigo de las dichas mías!

Ahí, do se encontraba aquella casa
de aspecto majestuoso, noble y puro…
Ahí, donde aún se guardan mis amores…
Donde estuvieron cuatro corredores
y ocho bancas clavadas en el muro…

Ahí, donde giraba sin descanso
solitaria veleta verde-tierno…
Ahí, ¡Dios mío…!, ahí donde quisiera,
en medio de aquel patio de cantera…
¡Olvidado, dormir el sueño eterno…![6]

            Dada la amplia respuesta en participar por parte de varios ex alumnos y bienhechores, los actos del Centenario se llevaron a cabo en el local más grande que se disponía en la época, el llamado gran “Cine Diana”, donde se efectuó una apoteótica velada músico-literaria y se dejaron escuchar emotivas alocuciones que dejaron escapar más de una lágrima en los sensibles rostros de los participantes.

            Después de muchos tropiezos, finalmente, hacia el año de 1983 nuestro establecimiento adquiere la categoría de Seminario Mayor, al incorporarse de nueva cuenta las materias relativas a la Teología.

La historia ha sido muy benevolente con Zapotlán y su Seminario, a pesar de las duras adversidades por las que ha pasado en estos 150 años de vida; sin embargo, habrá que seguirla escribiendo a fin de que se propague su importancia como centro de enseñanza regional. Casi todo el presbiterado de esta Diócesis son orgullosos ex alumnos de nuestro Seminario y su destacado papel le ha otorgado un lugar privilegiado a este semillero de pastores que, con su palabra, siguen prodigando las enseñanzas de Cristo.

[…]
¡Oh, Seminario! Voy sobre tu huella.
Mientras nace el que cante tu epopeya,
balbuciré con alma conmovida:
tu pasado y su amigo la añoranza,
tu presente y su lucha por la vida,
tu futuro y su amiga la esperanza.
[…][7]

Zapotlán, y octubre de 2018
*cronista de la ciudad



[1] Ochoa Mendoza, Antonio: “Al Seminario Conciliar de Zapotlán”, Ciudad Guzmán, Jal., 1898.
[2] Jiménez, Guillermo: ¿Quién es el autor de la Imitación de Cristo?, Ciudad Guzmán, Jal., 1914.
[3] Díaz, Severo: Alocución al pueblo sayulense, Guadalajara, Jal., 1952.
[4] Aguilar Alemán, Rodrigo: “La vuelta al nido”, Ciudad Guzmán, Jal., 1920.
[5] Ochoa Mendoza, Antonio: “¡Himno Josefino!”, Ciudad Guzmán, Jal., 1943.
[6] Limón, J. Félix: “Composición al Seminario en su centenario”, Ciudad Guzmán, Jal., 1968.
[7] Contreras, Alberto: “Poema en canto llano (al Seminario de Zapotlán en su centenario)”, Ciudad Guzmán, Jal., 1968.
*Fotos cortesía del Seminario 

1 comentario:

  1. Felicidades Arq. Fernando G. Castolo y Felicidades al Diario El Volcán, un abrazo Milton

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